El tiempo se ha vuelto loco: ahora corre veloz, ahora se detiene; unos días son más cortos, otros larguísimos, y, lo que es peor, Londres se ve asolado por terribles tornados que hacen desaparecer a la gente sin dejar rastro.
Solo una persona parece saber qué está ocurriendo: es Abel Darkwater, un tenebroso coleccionista que asegura que el Guardián del Tiempo, un reloj alquímico, es el único capaz de controlar la situación. Hace cuatro años le perdió la pista. La pareja que se lo iba a enseñar desapareció con él y ahora Darkwater está convencido de que Silver, la hija huérfana, puede ayudarle a recuperarlo…
Tras la inesperada visita de este extraño coleccionista. La niña intuye que algo va mal y escapa. Es entonces cuando encuentra a Gabriel y a sus amigos subterráneos, unos extraños seres que viven en el subsuelo porque no pueden ver la luz. Pero también vive allí la malvada Regalia que quiere controlar el tiempo para así poder venderlo.
Silver se dará cuenta de que tiene que encontrar el Guardián del Tiempo, se propone encontrar este reloj y protegerlo para que no caiga en manos de dos personas que quieren usar el dispositivo para sus propios fines nefastos.
Según parece, todas las pistas conducen a Tanglewreck, donde Silver deberá dirigirse. Si no consigue materializar su objetivo, futuro y pasado se unirán para siempre en una emocionante aventura.
Este libro también posee una función pedagógica referente a la física, y de hecho, en la novela aparecen personajes científicos eminentes como Penrose y Hawking, e incluso el gato del famosísimo experimento de Schrödinger.
Winterson trata de dar a entender de una manera ejemplificada algunos conceptos, como la idea de agujero negro, la posibilidad de viajar en el tiempo si se consigue superar la velocidad de la luz, e incluso inventa una serie de parámetros de su propia cosecha.
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