Un soldado llamado Weber decide amenazar y secuestrar un avión comercial y dirigirse a Seattle. El capitán trata de manera especial al soldado y le hace ver que las cosas no son tan malas. Consigue bajar del avión a la mayoría de los pasajeros excepto una mujer embarazada, el propio secuestrador, una azafata, un músico y un gobernador demasiado grueso para escapar por los tubos de evacuación.
Más adelante el soldado decide dirigirse a Okinawa y el piloto accede, intentando que el FBI no se meta en el asunto. Los receptores de TV dan las noticias y se informa de cada novedad. El joven secuestrador de 20 años Weber accede a todo lo que le ofrecen: comida, música, y pronto se relaja y queda dormido.
Hacia la mitad del vuelo cambia de opinión y le dice al piloto que se dirija a Rusia. De esta manera comienza un viaje a través de los polos. La azafata Angela, hija del capitán acaba por encariñarse con el secuestrador. El músico de jazz con su violonchelo le da su palabra de hacer todo lo posible por suavizar las cosas.
El capitán O'Hara admite que el muchacho cometió un error pero dada su juventud cree en la posibilidad de darle una oportunidad.
Cuando llegan a Rusia tienen problemas para explicar el motivo de aterrizaje de emergencia. El capitán asegura que no hay secuestrador pero los oficiales rusos no se andan con chiquitas y revisan todo el equipaje.
Weber, temeroso de que lo descubran hace un último intento de defenderse y sus acompañantes intentan evitar que las cosas vayan a peor.
Finalmente los rusos acaban con el peligro y los demás no entienden el trágico final. La mentalidad de dos países muy distintos queda reflejada en los hechos que se dan.
La palabra de proteger al secuestrador por parte del músico de Jazz no evita el terrible final.
Parece que todos los que han establecido una relación con el secuestrador padecen el síndrome de Estocolmo y no entienden el peligro al que se enfrentaban.
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