Una narración completa sobre la vida de un huérfano londinense de 9 años al que le suceden innumerables desdichas y a lo largo de su vida conoce a muy buenos amigos y personas que le acompañan durante sus viajes.
Comienza como aprendiz de un cirujano barbero que le enseña a hacer malabares, y actuar para el público y así contentar a la gente de las ciudades que visitan. Después de los trucos y el entretenimiento atiende a todos los enfermos que le piden consejo y les vende un tarro de una sustancia curativa, así se ganan la vida. Barber se convierte en el principal sustento de este chiquillo, Robert Cole. Sus hermanos son enviados a otras casas y lugares y el destino obra de tal manera que se separan indefinidamente.
Tras años como aprendiz, Robert comienza a tener inquietudes por el conocimiento, la ciencia, el ser humano. Quiere conocer los misterios que en aquella época, siglo XI La Iglesia Católica persigue y señala como brujería. Por ello, Robert viaja hasta Persia durante dos largos años con el fin de conocer a Avicena y ser su discípulo.
La ardua tarea que representa el intentar hablar y escribir en una lengua extranjera le dificulta el trabajo. Se hace pasar por Jesse Ben Benjamín, un judío nacido en Inglaterra al que sus padres no han transmitido la cultura de su pueblo. Así pretende pasar desapercibido y que lo acepten como estudiante en Ispahán.
Su pasión y empeño le hacen destacar y en poco tiempo consigue ponerse al día. Sus amigos de la Madraza, son aspirantes a médicos. Y allí conoce una etapa muy emocionante de su vida, realiza trabajos de todo tipo, ayudando a los enfermos en la cárcel, atendiendo a sus consultas y asiste a clases de derecho, filosofía y medicina.
En uno de sus trabajos es enviado en una expedición a una ciudad donde corren rumores sobre la peste. Rob escribe un diario en el que explica los principales síntomas que presentan los enfermos e intentan poner en práctica tratamientos para curar a los más afortunados.
La narración continúa con el desarrollo de algunos conflictos bélicos y otras situaciones en que Robert consigue con astucia proteger a los suyos y enfrentarse a las duras e incomprensibles normas que le impiden de algún modo terminar de conocer con exactitud los motivos de una enfermedad. Ya sea para los cristianos, musulmanes o judíos, en el siglo XI está prohibido la disección de seres humanos y por tanto las opciones de llegar a comprender el funcionamiento de este por completo es algo difícil. La disección de animales permitía en algunos casos llegar a conclusiones a veces acertadas y otras veces erróneas.